Foto © 2023 ThurnFilm/Ralf Weber

Hace unas dos décadas, experimenté una epifanía sanitaria en mi tierra natal, Puerto Rico, cuando utilicé un inodoro seco de composta. Me sorprendió gratamente comprobar que no había olores desagradables después de hacer mis necesidades, y que sólo necesitaba utilizar dos tazas de materia orgánica para cubrir el depósito, en lugar de tirar al menos siete litros de agua potable. Al salir de la habitación, me sentí satisfecho de haber contribuido positivamente a mi entorno inmediato, y más aún al darme cuenta de que mis excrementos servirían para abonar un huerto.

Varios años después, decidí hacer una película de 55 minutos sobre la casa que me introdujo en el uso del inodoro de compostaje. La película, titulada «La Casa Ausente / The Absent House», estrenó en 2014 y se proyectó en más de una docena de festivales internacionales de cine en cinco continentes. Sigue generando interés y demanda a través de su distribuidora, Icarus Films.

A pesar del éxito de la película, sigo preguntándome por qué no se utilizan más los retretes de compostaje.

De niño, acompañaba a mi padre, un científico de suelos que trabajaba en múltiples proyectos agrícolas por toda la isla, a plantaciones de arroz y café, donde aprendí la importancia de los fertilizantes y el agua para cultivar alimentos.

A principios de los 80, me inspiré en dos documentalistas, George Stoney, de la escuela de cine de la Universidad de Nueva York, y Jean Rouch, pionero del cinema-verité. Me enseñaron el poder transformador de los documentales;

Todas estas experiencias se juntaron, como la materia orgánica, la humedad, las lombrices, los excrementos y las bacterias termófilas que crean abono, y me llevaron en 2014 a embarcarme en un proyecto de investigación que culminó en la película «Holy Shit: La revolución orgánica»